Por Eliyahu ben Avraham,
En el año 605 aec, el recién asumido rey Nabucodonosor II lanzó un ataque de sometimiento a Jerusalén llevándose cautivos a Daniel y a otros sabios a Babilonia (Daniel 1:1-7), el rey Eliakim (Joacim) de Judea se declara vasallo del rey extranjero, y años más tarde, Nabucodonosor II arremete nuevamente contra Jerusalén en el 597 aec, llevándose cautivo al rey Joacin hijo de Joacim, al profeta Ezequiel y a miles de otros ciudadanos a Babilonia, dejando a Tzidkiyahu (Sedequías) como rey de los judíos. Después, en el 587 aec, los babilonios regresaron nuevamente, incendiaron las casas de Jerusalén y destruyeron el Templo.
«desde la salida de la palabra para restaurar y reconstruir a Jerusalén, hasta el ungido príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas, entre tanto se tornará a edificar la plaza y el muro en tiempos de angustia» (Daniel 9:25)
Si bien es cierto, el rey Ciro II de Persia dió la orden de reconstruir Jerusalén, después de conquistar Babilonia, en el año 538 aec (Isaías 44:28), sin embargo, ese no es el punto de partida de esta profecía, porque la palabra que anunciaba la destrucción y posterior restauración de Jerusalén fue dada por el profeta Yirmyahu/Jeremías mucho antes de la destrucción de la ciudad y el Templo.
A saber, el profeta Jeremías nos cuenta al inicio de su libro que recibió palabra de YIHWEH desde el año 13 de Josías (626 aec) hasta el quinto mes hebreo del año del destierro (587 aec). Entonces, nuestro punto de partida se ubica entre el 626 aec y el 587 aec, pero debido a que el primer ataque a Jerusalén fue en el año 605 aec, ese debe ser nuestro punto de partida, ya que ese fue el comienzo de la caída de Judá, el momento en que los primeros cautivos fueron llevados a Babilonia y el rey Joacim se declaró vasallo de Nabucodonosor II.
«Y será que, después que los hubiere arrancado, tornaré y tendré misericordia de ellos, y los haré volver cada uno a su heredad, y cada cual a su tierra.» (Jeremías 12:15)
«Porque pondré mis ojos sobre ellos para bien, y los volveré a esta tierra; y los edificaré, y no los destruiré; los plantaré, y no los arrancaré.» (Jeremías 24:6)
«y la ciudad será edificada sobre su collado, y el templo será asentado según su forma.» (Jeremías 30:18b)
Los dos ungidos.
Entonces, desde el año 605 aec hasta ungido príncipe habrían 49 años (7 semanas) y 434 años (62 semanas), es decir, se está hablando de dos ungidos, el primero fue Ciro II de Persia, a quien YHVH llamó «ungido» (Isaías 45:1), y fue quien permitió el retorno de los judíos a Judea después del cautiverio en Babilonia, el rey Ciro II de Persia asumió en el año 559 aec, pero debe haberse convertido en el «ungido» el año 556 aec, cuando se cumplieron las primeras 7 semanas proféticas o 49 años.
«Después de las sesenta y dos semanas el ungido será muerto [asesinado], y no tendrá quien le ayude, y el pueblo de un príncipe que ha de venir, destruirá a la ciudad y el santuario; cuyo fin será como inundación; y hasta el fin de la guerra será talada con asolamiento» (Daniel 9:26)
Y el otro ungido, fue un varón llamado Onias III, quien era sumo sacerdote en Jerusalén, pero fue depuesto y asesinado por órdenes de Antíoco Epifanes IV el año 171 aec, ya que el sacerdote se oponía fuertemente a la helenización de los judíos, y esto ocurrió justo cuando se cumplieron 62 semanas proféticas o 434 años.
La última semana (171 aec – 164 aec)
«Y por otra semana hará un pacto firme con muchos, y a la mitad de la semana hará cesar el continuo sacrificio y la ofrenda; y a causa de la multitud de las abominaciones vendrá desolamiento, hasta que la destrucción completa se derrame sobre el desolador.» (Daniel 9:27)
Y por otra semana (7 años) Antíoco Epífanes IV hizo un pacto con muchos, esto se refiere a los judíos que aceptaron la helenización, y quedó documentado en el primer libro de Macabeos, que no forma parte del canon del Tanaj, pero tiene un valor histórico:
«Por aquel tiempo aparecieron en Israel renegados que engañaron a muchos diciéndoles: «Hagamos un pacto con las naciones que nos rodean, porque desde que nos separamos de ellas nos han venido muchas calamidades.» A algunos del pueblo les gustó esto, y se animaron a ir al rey, y éste les dio autorización para seguir las costumbres paganas. Construyeron un gimnasio en Jerusalén, como acostumbran los paganos; se hicieron operaciones para ocultar la circuncisión, renegando así de la alianza sagrada; se unieron a los paganos y se vendieron para practicar el mal.» (1 Macabeos 1:11-15) DHH
Y a la mitad de la semana (año 168 aec), Antíoco prohibió el judaísmo, incluidos los sacrificios de animales (Daniel 9:27), también invadió Jerusalén y profanó el santuario ordenando que sacrificaran cerdos, además, mandó a instalar una estatua de Zeus en el Templo, este hecho también se conoce como la abominación desoladora. (Daniel 11:31)
«El gobernante seléucida Antíoco IV Epífanes intentó recuperar su fortuna vendiendo el cargo de sumo sacerdote de Jerusalén al mejor postor, y en 171 a. C. el sumo sacerdote existente, Onías III, fue depuesto y asesinado. Jerusalén quedó dividida entre los judíos que apoyaban a los griegos y los que apoyaban la tradición, y en diciembre de 168 a. C. el culto judío fue prohibido, el sacrificio diario abolido, y un altar a Zeus establecido en el Templo.» (Wikipedia)
La horrible muerte del desolador.
«hasta que la destrucción completa se derrame sobre el desolador.» (Daniel 9:27b)
En el libro deuterocanónico II Macabeos capítulo 9, se describe la horrible muerte de Antioco Epifanes IV: «Los ojos del impío hervían de gusanos, y aún con vida, en medio de horribles dolores, la carne se le caía a pedazos; el cuerpo empezó a pudrírsele, y era tal su mal olor, que el ejército no podía soportarlo. Tan inaguantable era la hediondez, que nadie podía transportar al que poco antes pensaba poder alcanzar los astros del cielo.» (II Macabeos 9:9-10) DHH
Una vez muerto Antioco, los Macabeos lograron recuperar el control de Jerusalén, y el lugar santísimo del Templo fue purificado, después de esto, fueron restablecidos los sacrificios de animales, poniéndose fin a la profanación, la transgresión y la iniquidad en el año 164 aec (Daniel 9:24)
Queda claro entonces, que esta profecía no tiene ninguna relación con el falso mesías del cristianismo; ese personaje que supuestamente dió su vida por los pecados del mundo, y que los cristianos adoran como si fuera un «dios», de hecho, Jesús (Yeshúa, Yahshúa, Yahushúa, o como quieran llamarle), es un falso dios, tal como Baal, Astarte, Moloj, Tamuz, Zeus, o cualquier otro ente imaginario inventado por el hombre.
La relación con el Dios verdadero YIHWEH debe ser directa, sin mediador, y cada uno es responsable de buscarle y aceptar sus mandamientos.
«Buscad a YIHWEH, mientras se halla; llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino; y el varón inicuo, sus pensamientos; y vuélvase a YIHWEH, el cual tendrá de él misericordia; y al Dios nuestro, el cual será grande en perdonar.» (Isaías 55:6-7)